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José Miguel Coleto, catedrático de Producción Vegetal de la UEX: “La nueva realidad convierte al agricultor en un empresario muy dependiente de ayudas y de la evolución de los mercados”

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¿Hacia una agricultura sin agricultores?

Texto:
José Miguel Coleto
Catedrático de Producción Vegetal  de la Universidad de Extremadura

A principios del siglo XX un agricultor europeo era capaz de producir, por término medio, alimentos para sí mismo y para siete u ocho personas más. Era un modelo de agricultura de supervivencia parcialmente aliviado por los años de buenas cosechas que permitían a las familias adquirir bienes y servicios y mejorar o reponer los medios de producción.

Otros modelos más rentables relacionados con las producciones ultramarinas de cacao, té, café, tabaco y azúcar de caña, no eran abordables para el agricultor europeo y en las zonas más pobres dominaba la agricultura extensiva en la que el propietario de la explotación utilizaba aparceros o jornaleros.

La agricultura de supervivencia evolucionó con pocos cambios hasta el final de la segunda guerra mundial, si bien entre las dos guerras ocurrió uno de los hechos fundamentales que van a determinar en décadas posteriores la evolución de la agricultura: el desarrollo del motor de explosión.

Finalizada la segunda guerra mundial, y hasta finales de la década de 1980, la agricultura europea experimenta un desarrollo extraordinario fundamentado en la mecanización agraria, en el descubrimiento de nuevos productos químicos (abonos, fitosanitarios y zoosanitarios) y en la aceleración de los procesos de mejora de plantas basados en los avances de la genética y de la biología molecular. En su conjunto, esta nueva realidad se conoció como “Revolución Verde” y fue tan exitosa, que en las economías avanzadas y en vías de desarrollo se produjeron, por primera vez en la historia de la humanidad, grandes excedentes de alimentos.

La imposibilidad de disponer en la explotación familiar agraria de toda la maquinaria requerida en las prácticas agrícolas, particularmente en la recolección y la necesidad de almacenar y gestionar la venta de sus excedentes, originó la primera gran externalización de las labores agrícolas y de la comercialización de outputs. El modelo de agricultura de supervivencia había felizmente concluido.

En los últimos treinta años, muchos aspectos han contribuido a la creación, en el sector agrario, de empresas de gestión muy alejadas de la tradicional explotación agrícola familiar; muchos sociólogos han acuñado el vocablo de “Agricultura sin agricultores”. Veamos algunos de estos aspectos:

a) La carestía y escasez de mano de obra provocada, en parte, por la baja tasa de natalidad y la atracción hacia otros sectores productivos han motivado el incremento de producciones susceptibles de mecanización integral o muy avanzada. En muchos casos, ha habido que redimensionar la explotación agrícola con la compra o arrendamiento de tierras.

b) La producción de alimentos ha dejado de ser la actividad casi exclusiva del agricultor. Muchas explotaciones, además de alimentos, exportan materias primas no alimentarias (maderas, textiles etc.), energías (biomasa, biocombustibles, fotovoltáica etc.), productos turísticos (cinegéticos, alojamientos etc.).

c) La progresiva liberalización de la economía −que ha impuesto la orientación hacia un mercado global, en el que los agricultores deben competir con países con menores costes− ha provocado el abandono o reducción de producciones tradicionales. En las principales áreas económicas del mundo, el mantenimiento de las rentas de los agricultores se ha conseguido, en parte, con ayudas directas. La imposibilidad de obtener rentas suficientes de la actividad agraria ha concluido en que una gran parte de los profesionales agrarios lo sean a tiempo parcial.

d) La dependencia de las ayudas públicas han cercenado la autonomía de la que gozaba el agricultor tradicional. Su actividad está cada vez más sometida al veredicto de los “no agricultores”, elevando su responsabilidad social más al mantenimiento del paisaje y a su papel en el cambio climático, que a la obtención de alimentos de calidad y al abastecimiento. Una parte importante de consumidores piensa que “siempre se puede acudir a otros mercados para abastecerse” aunque no reflexionan que en esos mercados las exigencias productivas muy laxas.

e) La nueva realidad convierte al agricultor en un empresario con una actividad muy tecnificada, muy externalizada, muy dependiente de ayudas y de la evolución de los mercados, muy sometida a la crítica continua de los “no agricultores” y que de nuevo aterriza, lamentablemente, en el concepto de “supervivencia”; concepto ahora ligado a compatibilizar todo lo anterior con resultados económicos cada vez más comprometidos».

Una agricultura sin agricultores

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Foto: UPL

Un libro analiza el futuro del sector agrario con más peso de empresas, industrias y Distribución, y menor protagonismo de las explotaciones familiares

Un libro publicado por dos sociólogos franceses a finales del año 2022 bajo el título de “Une agriculture sans agriculteurs” (“Una agricultura sin agricultores”) originó un gran debate en la sociedad rural francesa, una de las más activas de la Unión Europea, por los temas de fondo que se analizaban en el mismo. Y que pese a las particularidades de cada territorio también son extrapolables en gran medida a la realidad agraria y ganadera española. El libro, escrito por Bertrand Hervieu y François Purseigle, ha sido traducido al castellano por Eduardo Moyano -ingeniero agrónomo jubilado del CSIC- y publicado por la Fundación Cajamar a finales del año pasado.

Uno de los elementos claves sobre los que pivota el libro y los cambios que aventura en el sector agrario tienen que ver sobre todo con el modelo y número de las explotaciones agrarias. Como ejemplo, en España desde el año 2000 su número ha descendido un 30% en número hasta las 914.000, aunque han crecido un 26% en su tamaño medio por hectárea.

Más concentración
Además de la disminución de los titulares de las explotaciones agrícolas, la obra también analiza en detalle el desplome de la estructura familiar agrícola; los cambios en las dinámicas de transmisión patrimonial; el creciente peso de las explotaciones especializadas y concentradas; el protagonismo de los trabajos subcontratados y la gestión delegada en el campo; la creciente diferencia entre agricultores ricos y pobres; el avance de sistemas agrarios cada vez más complejos y multidimensionales y con cada vez menos fuerza local y nacional o el creciente peso de la industria productiva y la gran Distribución sobre el sector.

Los autores también destacan la intensidad y velocidad de la nueva revolución que se está produciendo en el sector agro, en el marco de la digitalización, la diversificación de los mercados, los avances de la biotecnología y la transición hacia una economía más verde.

La obra no elude el creciente malestar del sector agrario a nivel europeo que se ha manifestado con importantes protestas en los últimos tiempos que tienen que ver en muchos casos con una “permanente sensación de crisis” que parece haber calado entre los propios agricultores y ganaderos.

Los autores mantienen que los cambios producidos actualmente en la agricultura, no solo en la francesa, sino también en la europea y en buena parte del mundo, abren un horizonte de diversidad y coexistencia entre distintos modelos agrícolas y ganaderos, así como de oportunidad para los que sean capaces de adaptarse al actual contexto de cambio. No obstante, los autores también reconocen que cada vez habrá menos espacio para el modelo tradicional de agricultura familiar tal como lo hemos venido conociendo desde hace décadas, un modelo basado en una explotación dirigida por su titular y su cónyuge y apoyada por el trabajo de la familia y/o por personal asalariado.

Así, desde su punto de vista, coexistirán, de un lado, grandes explotaciones tecnificadas, integradas plenamente en los mercados globales y gestionadas con los criterios empresariales que son habituales en el sector industrial; y, de otro lado, pequeñas y medianas explotaciones agrarias de diverso grado de modernización, más vinculadas a los territorios y guiadas según una lógica mixta económica, social y medioambiental, pero cuya supervivencia dependerá cada vez más de las políticas públicas de apoyo.

Además de haber realizado la traducción de la obra, Eduardo Moyano dedica un epílogo a analizar las diferencias y similitudes entre los modelos de Francia y España. Según Moyano, “en el caso español, el ajuste estructural de la agricultura ha sido más el resultado del funcionamiento del mercado y de la política agraria europea, que fruto de una política específica dirigida a potenciar el modelo de explotación familiar.

El sector agroalimentario genera el 15,4 % de la riqueza y el 17,8 % del empleo de Extremadura

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El delegado del Gobierno en Extremadura, José Luis Quintana; junto al presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde; el director en Extremadura, Raúl Ortega, y otros directivos de la entidad

El hotel Quinto Cecilio de Medellín ha acogido la presentación de una nueva actualización del ‘Observatorio agroalimentario de las regiones españolas’, editado por Cajamar y realizado por los especialistas del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). Una publicación anual que analiza los principales indicadores del sector agroalimentario en cada una de las 17 comunidades de la geografía española, haciendo hincapié en la evolución del valor añadido y producción, el empleo, la productividad, las exportaciones, la competitividad, el consumo, el precio de la cesta de la compra, así como la inversión en I+D y sostenibilidad.

El presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde y el director territorial de la entidad, Raúl Ortega, dieron la bienvenida al centenar de directivos y profesionales del sector agroalimentario extremeño que acudieron al evento, y repasaron la situación actual y los retos a los que se enfrenta la agroindustria de la región en el marco de la nueva PAC, la necesidad de inversiones para la modernización de infraestructuras y explotaciones, la sequía y la definitiva implantación del cuaderno de campo digital. Por su parte, el director del Servicio de Estudios Agroalimentarios de Cajamar, Ignacio Atance, se detuvo en el análisis de los principales indicadores de producción primaria, industria de transformación, comercio y ventas al exterior de alimentos de la región.

Según recoge el informe, en 2022 el conjunto del sector agroalimentario extremeño generó 2.727 millones de euros, lo que supone el 15,4 % del valor añadido bruto de la región (VAB) y el 2,5 % del total de la oferta agroalimentaria española. Casi la mitad de esa cifra, un 46,7 %, proviene de la producción primaria, en la que destacan los subsectores del ganado bovino, el aceite de oliva y las plantas y flores.

En términos de empleo, el sector generó 69.487 puestos de trabajo, el 17,8 % del total de la región y el 3,0 % del conjunto nacional. El tejido de la industria de transformación, por su parte, está formado por 1.346 empresas (el 4,5 % del total nacional), de las que el 62,4 % son microempresas, destacando también las empresas sin asalariados (23,2 %) y la pequeña empresa (12,3 %). Asimismo, el Observatorio subraya también la elevada productividad y bajos costes laborales medios, los menores de España, que hacen posible que el sector agroalimentario regional sea el cuarto más competitivo del país, superando en un 18 % la media española.

Como referencia, en 2022 el conjunto del sector agroalimentario español aportó el 9,2 % del VAB nacional (6,2 puntos menos que en Extremadura) y el 11,4 % del empleo (6,4 puntos inferior). No obstante, el sector agrario de Extremadura presenta una mayor dependencia de las ayudas de la PAC que la media española: las ayudas representan el 18,3 % del valor de la producción agraria (frente al 10,2 % nacional) y el 35,6 % sobre el VAB (frente al 19,2 %).

José Miguel Coleto (UEX): “La reintroducción del cultivo de remolacha sería muy interesante para aliviar la presión sobre el maíz, el arroz y el tomate”

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Entrevista con
José Miguel Coleto
Catedrático de Producción Vegetal de la Universidad de Extremadura

Gran parte de la agricultura extremeña se cimenta en grandes cultivos como tomate, maíz, fruta, arroz, tabaco, olivar y vid. ¿Ha cambiado mucho o puede hacerlo en los próximos años?

Considerando los volúmenes de producción y facturación, los grandes cultivos y las producciones ganaderas clásicas seguirán dominando la producción agraria extremeña, con algunos pequeños ajustes anuales de superficies de cultivo y censos ganaderos, relacionados con la evolución de los precios. Los cambios más relevantes esperados dependerán del alcance en  la expansión de los frutos secos y del olivar superintensivo, que muestra ya signos de agotamiento, y la aparición de alguna nueva producción. En este último caso, la reintroducción del cultivo de remolacha, muy ligado a la implantación de la nueva fábrica de azúcar, sería muy interesante para aliviar la presión sobre el maíz, el arroz y el tomate y para que los agricultores del regadío, incluidos los futuros de la Tierra de Barros, pudieran contar con una alternativa para incluir en sus rotaciones.

Las cooperativas han sufrido una gran transformación incluso pilotando industrias agrarias en tomate y arroz. ¿Sigue faltando más peso del sector productor en la comercialización final?

Completar el proceso comercializador, del campo a la mesa, requiere oficio, gran volumen de producción y financiación abundante a medio y largo plazo. Las cooperativas pueden intentarlo, sobre todo escalando hacia los primeros eslabones de la cadena alimentaria, lo intentan ya en algunos casos, pero con prudencia y siendo muy selectivas en la elección de las materias primas y productos finales, a deslizar a través de la cadena.

Paralelamente, deberían insistir en concentrar más la producción, gestionar mejor los primeros procesos manipuladores y de transformación y la adquisición, en condiciones ventajosas de los inputs agrarios; en su caso también la producción de estos inputs, como los piensos compuestos, aplicando las tecnologías más novedosas que repercutan en la calidad y en la competitividad de sus precios. Estas opciones requieren que se alcance una mínima masa crítica para ser viable.

La nueva Ley de la Cadena Alimentaria ya esta lista ¿tiene solución real el problema de los precios en el campo?

No podemos negar que los mercados mundiales se mueven más a gusto cuando un producto es susceptible de comercializarse como comoditie. Los agricultores también producen comodities y deben acostumbrarse a que muchas de las grandes producciones, como los cereales, el azúcar, la leche, etc, lo son. Esto no debe ser ningún impedimento para que incidan sobre todo —pero no solo—  en los primeros eslabones de la cadena alimentaria, concentrando la oferta, abordando primeras manipulaciones y transformaciones, y progresando con prudencia, todo lo que sea técnica y económicamente posible, en el proceso comercializador. Es la mejor forma de repercutir valor añadido sobre el productor inicial.

Paralelamente deben intentar que productos como el aceite de oliva, el vino y las carnes de vacuno y ovino, no acaben convirtiéndose en comodities. El instrumento más adecuado es la marca y, cuando procede, las referencias al origen (IGOP, DOs etc).

Los productos caracterizados por su singularidad difícilmente imitable como el jamón ibérico, el Pimentón de la Vera, nuestros quesos amparados por DOs, etc, no corren peligro pero deberían contar con una mayor implicación del sector en los procesos comercializadores.

Hay que resaltar la dificultad, y el peligro a medio plazo, de influir de manera artificial en los precios de los productos a lo largo de la cadena alimentaria. Sí son medidas adecuadas las ya indicadas, y otras como la concienciación ciudadana sobre las ventajas cualitativas y medioambientales, de los productos de poco recorrido (de proximidad) y la incitación a la transparencia para que se conozcan, en la manera de lo posible, tanto los costes de producción, como los beneficios de todos los operadores de la cadena.  Hay muchos trabajos de investigación que demuestran que al aumentar la transparencia aumenta la eficiencia del proceso comercializador, de manera que resulta posible deslizar esta eficiencia, en forma de mejores precios, hacia el sector productor.

¿La agricultura extremeña deberá incrementar su mecanización para ser competitiva aun a costa de dejar atrás decenas de miles de jornales?

No hay ninguna alternativa a la mecanización total de casi todas las producciones agrícolas, y parcial de las ganaderas. Un salto cualitativo es la robotización, que ya se está produciendo, en la recolección de la fruta. Colaboro con una empresa que trabaja en ello y puedo asegurar que, con ligeras adecuaciones de las plantaciones, al nuevo sistema de recolección, los brazos robóticos pueden solucionar técnicamente el problema. Solo falta bajar el coste de producción de estos brazos para hacer la práctica competitiva. Ocurrirá en el próximo decenio y ocurre ya en el caso de la fresa.

En la última década han entrado con fuerza en la región nuevos cultivos como los de frutos secos, especialmente el almendro, o modelos como el olivar en seto y otros como verduras y hortalizas asociadas a las grandes industrias de congelados implantadas en la región. ¿Son un complemento de futuro con recorrido?

Los frutos secos se han constituido en unas producciones que vienen a paliar la escasez de alternativas de alta rentabilidad en el regadío. Pero a mayor rentabilidad, mayor riesgo y mayor dependencia de la volatilidad interanual que caracteriza estas producciones. Convendría que el agricultor no dependiera de un monocultivo, implantando, por ejemplo, almendro, nogal y pistachero. En el caso del almendro puede que hayamos llegado a un nivel que aconseja limitar la velocidad de expansión.

Diversificar la producción de la horticultura industrial es bueno para el agricultor y también para la industria que puede trabajar más días al año, reduciendo los costes de amortización de instalaciones y equipo. Esto debe repercutir en los precios al productor. También es bueno contar con hortícolas de invierno que consumen menos recursos hídricos.

A nivel ganadero, tanto en vacuno como en ibérico y en ovino, ¿cómo ve el futuro de la región y los principales retos del sector?

El ovino va a depender más de que se mantengan las exportaciones a los países islámicos que del consumo interno. Pero, en el corto plazo, la demanda es bastante robusta frente a una oferta contenida y, por ello, los precios, salvo crisis estacionales deben estabilizarse en niveles de rentabilidad moderada para el ganadero. La rentabilidad del vacuno y del ibérico, en el corto y medio plazo, va a estar muy condicionada por el relanzamiento de la demanda post-covid.

En cualquier caso, la dehesa es el ecosistema productivo natural más eficiente económicamente para estas tres especies, y eso unido a la singularidad de los productos finales que exporta el ecosistema, deben garantizar su rentabilidad a largo plazo.

La eficacia de los saneamientos ganaderos, y la adquisición de inputs y la comercialización de productos, por entidades asociativas, son aspectos positivos. Preocupa no obstante, la degradación del arbolado de la dehesa por la seca y la potencialidad de las nuevas repoblaciones que, poco a poco, van alcanzando la veintena de años de edad y que deberían paliar el detrimento de la superficie realmente arbolada.

Una radiografía de los grandes cultivos extremeños en el 2020

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Juan Francisco Blanco, director gerente de  ACOPAEX

Tomate para industria y olivar de secano convencional concentran las mayores pérdidas mientras el maíz presenta buenas perspectivas para el 2021, año que será clave para la fruta de hueso con la apertura de nuevo de Brasil

El año 2020 será recordado por la pandemia del Covid-19 que ha afectado a todos los niveles sociales, económicos y laborales, pero también por las serias dificultades que han atravesado además varios de los principales cultivos y productos del campo regional.

Juan Francisco Blanco, director gerente de  ACOPAEX, la mayor cooperativa agraria de Extremadura por facturación y con un peso muy destacado en alguno de los principales cultivos regionales, analiza cómo ha sido el año 2020 en cada uno de ellos.

Un año muy complicado para el tomate para industria, con pérdidas para los productores, después de dejar de producir más de 440.000 toneladas de las contratadas por dificultades climatológicas y un rendimiento por hectárea mucho menor. La fruta de hueso ha mejorado algo, pero la imposibilidad de exportar ciruela -el producto estrella- a su principal mercado, Brasil, ha sido un lastre. Aunque se han perdido hectáreas por los arranques. El maíz ha dado un respiro en precios y puede crecer en el 2021 en hectáreas. Mientras el arroz ha tenido un mejor comportamiento en precios mientras que el olivar de secano ha tenido una campaña desastrosa en kilos y rendimiento, salvada por el olivar de moderno de regadío. En otros importantes cultivos como el viñedo, la actual situación de la pandemia y las ventas en el Canal Horeca están teniendo un efecto crítico para muchas bodegas, más atenuado para las ventas a granel de vinos jóvenes de campaña.

TOMATE
Campaña muy complicada por las adversas condiciones climáticas. Primero lluvias en la plantación entre marzo-abril, que originó inundaciones en muchas parcelas ya plantadas, con lo que hubo que hacer tratamientos costosos para salvarlas o replantarlas. En otras parcelas originó retrasos en la plantación con las plantas en los semilleros ya disponibles, muchas se plantaron envejecidas. Se distorsionó la programación, algunas se hicieron muy tarde.

En segundo lugar en cuanto a adversidades climatológicas, nos llegó una ola de calor extremo en junio-julio, que afectó gravemente al tomate tardío. Con lo cual, la producción por hectárea bajó considerablemente, de una media en el entorno de las 96 toneladas por hectárea de los últimos años a  76 toneladas por hectárea, un 20 % menos de producción. Esto ha supuesto  unas pérdidas considerables para nuestros agricultores, ya que hemos ingresado una media de 1.400 euros menos por hectárea. No solo no hemos obtenido beneficios, si no que hemos incurrido en unas pérdidas considerables. Las OPFH teníamos contratadas 2.198.400 toneladas y hemos entregado 1.757.400 toneladas. Por tanto hemos producido 441.000 toneladas menos, lo que nos ha supuesto unas pérdidas en este cultivo de más de 30 millones de euros.

El ambiente entre los productores es de desánimo total. Los seguros agrarios no han respondido como se esperaba, En cultivos de alto valor añadido como el tomate que se asegura prácticamente el 100% de las hectáreas,  se ha planteado incluir para las próximas campañas entre los siniestros este tipo de adversidades climatológicas como son las olas de calor, La lentitud en la toma de decisiones en los seguros agrarios es desesperante, y eso genera incertidumbre.

Para esta campaña se va a plantear a las industrias una subida importante en el precio del tomate. Es inviable económicamente cultivar tomate con los precios que se han realizado los contratos en los últimos años. El pasado año todos los agricultores perdieron dinero con el cultivo. Si no hay una subida considerable no se llegaran a las hectáreas necesarias para que la industria cumpla sus contratos. Entendemos que no habrá problemas con esta subida  toda vez que desde la industria se ha manifestado en distintas ocasiones que el precio del concentrado ha experimentado una subida importante en los mercados y hay escasez de concentrado.

FRUTA DE HUESO
La campaña de la fruta la podemos considerar algo mejor que la del año pasado, pero dentro de una profunda crisis que nos afecta desde el veto ruso y no remontamos. Se ha mejorado en precios pero con la disminución en la producción y el aumento desmesurado en los costes de mano de obra -Extremadura tiene los costes de mano de obra en campo por hora trabajada más altos de toda España- al final no hemos obtenido el resultado que preveíamos para esta campaña. Esta situación, unido a la imposibilidad de exportar ciruela a Brasil ha traído consigo una nueva campaña perdida. Hemos disminuido las hectáreas de frutales en la región, por el arranque hectáreas y su no reposición. Las perspectivas no son nada halagüeñas, pero si tenemos una campaña con una producción normal y parece ser que en la próxima campaña podremos exportar a Brasil nuestra ciruela, podremos mejorar los resultados de esta última campaña.

ARROZ
Es un cultivo que en producción no ha ido mal. Los precios en campaña han aumentado levemente. Aun no se han realizado operaciones de venta importantes, aunque la tendencia es que se mejoren los precios del año pasado.

MAÍZ
La producción ha sido menor que el año anterior por hectáreas. Con este cultivo ha pasado igual que con el tomate: no ha tenido las mejores condiciones climatológicas para la producción. Sin embargo, los precios después de campaña han mejorado ostensiblemente. En los puertos, los precios del maíz tienen unos niveles incluso superiores a los mercados de interior, situación que no ocurría hacia años. Las perspectivas son buenas. Es un cultivo a tener en cuenta para la próxima campaña de regadío.

OLIVAR
Debemos de distinguir entre olivar de secano convencional del olivar de regadío. En el olivar de secano convencional  ha sido un año desastroso en cuanto a producción. Incluso no se han recolectado muchas hectáreas de secano. Sin embargo, en el olivar de regadío ha habido una buena cosecha. Los rendimientos en aceite han disminuido considerablemente. Por tanto, en Extremadura no va a ser un año bueno de producción en contraposición con el olivar de Andalucía, que si va a tener un buen año. Los precios están algo mejor que el año pasado, y cada vez mas prima la calidad en el aceite. Un mismo Aceite de Oliva Virgen Extra (AOVE) puede variar entre un 15%  y un 20 % en precio por la calidad que tenga. En los próximos años será un factor determinante la calidad en la elaboración del aceite.

OTROS CULTIVOS
Con respecto al cultivo del almendro, seguimos creciendo en cuanto al número de hectáreas. Hasta ahora el cultivo se ha portado bien en precios y en producción, aunque este año las perspectivas de precios no sean buenas. Los precios han disminuido un 40 % con respecto al año pasado. Pensamos que es un cultivo de futuro en regadío. Tienen mejor calidad que en secano y son variedades nuevas que evitan la almendra amarga, aspectos importantes a la hora de la comercialización.

Herminio Iñiguez (AGRYGA): “En la cadena de valor cada uno se va quedando con su parte del pastel, y si sobra algo, va al agricultor”

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Entrevista con
Herminio Iñiguez
Presidente de AGRYGA (Asociación de Agricultores y Ganaderos de Villanueva de la Serena)

¿Quiénes forman AGRYGA, y qué tipo de cultivos y qué objetivos tiene?

La Asociación de Agricultores y Ganaderos de Villanueva de la Serena (AGRYGA), lleva funcionando más de 30 años, compuesta por 170 socios agricultores de Villanueva de la Serena (Badajoz) y su comarca, con cultivos como cereal secano, olivo, arroz, maíz, tomate para industria, y también de frutal de hueso y almendro. También hay socios ganaderos, predominando el cordero, aunque también de vacuno y algo de equino. AGRYGA pretende dar el servicio a sus socios en cuanto a tramitación de ayudas, inspecciones, trámites, etc…con personal técnico cualificado.

Aunque la situación de precios bajos en el sector y ganadero no es nueva, parece que se ha recrudecido ¿qué medidas serían necesarias?

Se está viviendo una situación que no se ha conocido nunca, con costes del siglo XXI y precios de nuestros productos del siglo XIX, cada vez están más bajos. Solo nos salva ir a producciones altas, forzando el cultivo al máximo con nuevas técnicas de cultivo y especialización por parte del agricultor. Pero siempre estamos al  borde de cubrir los costes, o incluso estar por debajo con los ingresos como es el caso de la fruta. Es inexplicable que cueste producir un kilo de fruta 35 céntimos por kilo, y nos lo liquiden a 15 céntimos, cuando en los lineales vemos nuestra fruta a 2.5-3 euros el kilo. Está claro que alguien se está enriqueciendo con nuestro trabajo, nuestras inversiones, nuestro riesgo y a costa del empobrecimiento del sector primario.

Es fundamental controlar los eslabones de la cadena de valor, cada paso que da nuestro producto debe llevar un beneficio, pero que se garantice que el agricultor no va a cobrar por debajo de costes de producción. Igualmente se puede hablar de los impuestos asociados a nuestros insumos, el gasóleo, la energía eléctrica, los impuestos relacionados con la seguridad social y el alta de trabajadores, se pueden recortar para que los costes no sean tan altos y compensen las subidas que la misma administración ha planteado para proteger otros sectores, y me refiero a la subida del SMI. Me parece bien que nuestros trabajadores tengan que tener unos ingresos del siglo XXI, pero nosotros debemos sacar beneficio de nuestras explotaciones para poderlos pagar. Otro punto muy importante es controlar la entrada de producciones de terceros países, como por ejemplo el arroz.

Uno de los sectores más castigados es el de la fruta ¿Por qué se paga tan poco? 

Está claro que los que compran son unos pocos y los que producimos somos muchos, y eso hace que haya competencia por el mismo producto y con los mismos compradores. Aquí es muy importante el control de la cadena. Las grandes cadenas compran fruta, y dan un precio de compra, a partir de aquí cada paso que da el producto tiene un coste y genera un beneficio que se va descontando de ese precio inicial. El problema es que cada uno se va quedando con su porción del pastel y lo que sobra, si es que sobra algo, es lo que se le da al agricultor, y como partimos de precios bajos y no conocemos lo que ocurre en los pasos intermedios, al final el agricultor está obteniendo un precio por debajo de lo que le cuesta producir. Lo que ha hecho que en Extremadura se hayan arrancado entre 2.500 y 3.000 hectáreas de fruta de hueso. Entendamos que el coste de una hectárea de fruta de hueso está por encima de 7.000 euros.  Yo descargo ese dinero por hectárea en mi explotación sin que nadie me garantice que lo voy a recuperar.

¿El futuro del campo camina hacia las grandes explotaciones propiedad de empresas o fondos de inversión?

Es una realidad que el grande está haciéndose aún más grande, y los pequeños cada vez más pequeños o desapareciendo, siendo sus explotaciones absorbidas por los grandes. En mis años de vida, siempre he vivido el campo y la agricultura, y nunca he visto agricultores trabajadores, buenos profesionales, que van a perder hasta sus casas por culpa de la situación que se está viviendo desde hace unos años y que este año ha llegado a ser la peor de la historia. Está claro que el sector agrícola y ganadero está tirado a los pies de los caballos. La administración saca medidas insuficientes, que saben que no llegan a ningún lado.

Emilio Camacho (Asociación Profesional de Agricultores y Ganaderos de Don Benito y Comarca): “Necesitamos que deje de recibir las ayudas PAC el ‘agricultor de sofá’”

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Entrevista con
Emilio Camacho
Presidente de la Asociación Profesional de Agricultores y Ganaderos de Don Benito y Comarca

La Asociación que preside Emilio Camacho, creada en 1976, cuenta con más de 200 socios agricultores y ganaderos en una de las comarcas claves del sector en Extremadura.

¿Qué medidas factibles serían útiles para mejorar la situación de bajos precios?

En los últimos años la situación en cuanto a la rentabilidad de los cultivos ha ido empeorando. Hay mucho por hacer para paliar este gran problema. Hay cinco medidas urgentes que se pueden adoptar, algunas de sentido común:

-Venta a pérdidas:

En algunos de los productos como el arroz, por citar uno estratégico para nuestra región, las grandes superficies venden a pérdidas, lo cual genera que en la cadena de valor   no haya márgenes comerciales para ninguna de las partes que intervienen. Deberían poner en marcha nuevos mecanismos que eviten esta práctica tan habitual, ya que los existentes o no se aplican o no funcionan. Se puede comprobar cómo a diario en folletos publicitarios de grandes supermercados, se ofertan productos como el arroz, la leche o el aceite para hacer el “efecto llamada” hacia el consumidor.

-Importaciones masivas y sin control (trazabilidad y seguridad alimentaria):

Siempre pensábamos que el hecho de ser país miembro de la U.E. nos protegería y nos haría más competitivos y viendo lo que está sucediendo cuesta trabajo creerlo. Todos los días como llegan barcos con productos de países no  miembros, productos que a través de acuerdos comerciales utilizan a nuestro sector como moneda de cambio, entran en la U.E. de manera descontrolada, provocando una competencia desleal y destructiva. Incluso producidos con mano de obra infantil.

-Restricciones del uso de materias activas para control de plagas y enfermedades en los cultivos:

Otro de los grandes problemas a los que nos enfrentamos es la continua limitación de un gran número de materias activas, que venían siendo eficaces para poder controlar las distintas plagas y enfermedades de los cultivos de la zona. El problema es que no hay alternativas eficaces, lo cual hace muy difícil el control del problema fitosanitario, lo cual nos obliga a gastar más para producir menos e incluso a sacrificar producción y calidad.

-Seguros agrícolas más eficaces que garanticen una renta mínima:

Siempre hemos presumido en nuestra región, de tener un sistema de seguros agrícolas eficaz. Pero hay otros factores determinantes que intervienen en la eficacia de estos seguros que habría que reformar. En los condicionados, condiciones generales y normas generales de peritación de las distintas líneas de contratación, siempre hay “con letra chica” que condicionan de manera injusta que el agricultor pueda percibir una indemnización justa y acorde a las pérdidas que realmente ha tenido, con respecto al capital real que tiene asegurado o a la producción real esperada.

Por poner algunos ejemplos, hemos asistido a casos en los cuales un siniestro totalmente reconocido por los técnicos de Agroseguro, del 100% en un maíz por una tormenta, no cubre absolutamente nada porque ese condicionado dice que el maíz todavía no tiene el estado fenológico correspondiente. Todo esto es una aberración.

-Necesitamos una PAC justa y solidaria para los que realmente producen:

Independientemente de las partidas presupuestarias, que evidentemente no deberían disminuir, tenemos que hacerles ver a todos los que toman las decisiones que la PAC debe ser justa y solidaria para los que realmente están produciendo, invirtiendo y arriesgando y aportando al desarrollo social y económico de las zonas rurales.

Necesitamos que deje de ser perceptor ese “agricultor de sofá” que suele ser; el propietario pero no quien lo trabaja, el agricultor jubilado propietario que un día lo fue pero que ya dejó de serlo. Las ayudas no solamente deben de ser legales… tienen que ser por encima de todo legítimas.

¿Hay alternativas en vuestra comarca a grandes cultivos tradicionales como maíz, arroz o frutales?

A día de hoy hay alternativas de cultivos que tienen buena proyección de futuro: olivar superintensivo, almendros, pistacho, nogal e higuera entre otros. Pero una trasformación de los cultivos tradicionales como arroz o maíz hacia cualquiera de estos  supone hacer una gran  inversión y asumir un importante riesgo, algo que muchos agricultores no pueden acometer debido al cúmulo de años de pérdidas que soportan.

¿Cómo valoran la subida del Salario Mínimo Interprofesional?

Los agricultores nunca nos vamos a oponer a la subida del SMI. Nuestro gran problema es no poder soportarlo debido a la escasa rentabilidad de los cultivos y por supuesto mientras que no se solucione el gran problema de falta de rentabilidad que sufre el campo, no vamos a estar de acuerdo con ese incremento del SMI.

Carta del director: Gracias al campo extremeño y español

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campo cereal

«En el primer mundo –más vulnerable que nunca por la pandemia del COVID 19– nos hemos acostumbrado a tener todo tipo de alimentos en los lineales de los supermercados. A buenos precios y con variedad, a todas horas y en cualquier lugar. Sólo 2.000 km más debajo de nosotros no resulta así de sencillo.

Una de las grandes enseñanzas del terremoto emocional que ha supuesto el coronavirus en todos y en todo es que el sector primario -la agricultura, la ganadería y la industria agroalimentaria- han derrotado también al virus. Han sido claves en dar tranquilidad y fuerza a millones de personas confinadas en sus casas en toda España que habrán consumido estas semanas arroz, tomate frito, caldos y cremas de verduras, patés, quesos, carne de cordero, ternera y pollo, carne picada, jamón ibérico, aceitunas de mesa, verduras y hortalizas congeladas, pimentón de La Vera, miel, vino, aceite de oliva virgen extra y muchos más productos de Extremadura. En algunos casos sin saber su origen, oculto en la etiqueta. Como lo harán en las próximas semanas con las cerezas y picotas, ciruelas, nectarinas, melocotones…

Detrás de todos estos productos, vengan de Miajadas, Santa Amalia, Don Benito, Coria, Villanueva de la Serena, Villafranco del Guadiana, Almendralejo, Cuacos de Yuste, La Albuera o Peraleda de la Mata está el trabajo anónimo de miles de agricultores y ganaderos, cientos de cooperativas e industrias agroalimentarias que deben sentirse valorados en su trabajo y recompensados con precios justos en su labor.

El consumidor español, y con ellos las grandes cadenas de Distribución nacionales y regionales, debe tomar nota de quien no le ha fallado nunca en proporcionarle alimentos sanos, fiables y de cercanía.

Es hora de mirar a la cara al campo extremeño y español y darle las gracias».

Francisco Cortijo, director de Caudal de Extremadura

Despoblación, cambio climático, precios en origen y ayudas PAC marcan el futuro del campo

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En la región hay 61.626 explotaciones agrarias -que gestionan 3 millones de hectáreas- de las que solo 11.000 generan más de 40.000 euros anuales

La radiografía del campo y del medio rural en Extremadura, al igual que en muchas zonas de España, viene marcada por la pérdida y el envejecimiento de la población. Aunque se ha librado del abandono de pueblos, que azota ya a zonas de Castilla y León, interior de Galicia, Aragón o Guadalajara, las perspectivas asustan. Un informe del Instituto Nacional de Estadística publicado a finales del 2018 mostraba las proyecciones demográficas, por regiones, de España en el periodo 2018/2033. Y la conclusión es desoladora para muchas de ellas. Aunque España ganaría dos millones de habitantes, concentrados en grandes urbes como Madrid, Barcelona, las zonas costeras mediterráneas y las islas, regiones como Asturias, Galicia, Castilla y León o Extremadura verían muy menguada su población. Para el periodo 2018/2033, Extremadura perdería 71.000 habitantes, un 6,7%, para quedarse en 999.165 habitantes.

Pocos habitantes
La realidad demográfica extremeña ha condicionado siempre su realidad económica. Es la quinta en superficie (41.634 kilómetros cuadrados) pero la 12ª en población. Con 388 municipios, de los que 218 no llegan ya a los 1.000 habitantes. Y la mitad de la población concentrada en 15 ciudades, de las que solo una –Badajoz– supera los 100.000 habitantes. Y con 13 poblaciones de más de 10.000 habitantes. Con 25,71 habitantes por kilómetros cuadrado  de media, que en la provincia de Cáceres bajan de los 20. Muy extensa, pero poco habitada. 700.000 extremeños viven fuera de la región.

Ayudas PAC
La importancia de las ayudas de la PAC, en pleno debate en Bruselas y con el Brexit duro más cerca, sigue siendo esencial para el futuro agrario y rural. En muchos casos, complementando precios en origen que casi no llegan a cubrir costes en algunas campañas. O en situaciones de emergencia, como las de la sequía para el ganado. Cada año el campo extremeño ingresa unos 545 millones en ayudas europeas, el 35% de su renta agraria. La pasada campaña se presentaron 52.101 solicitudes de ayudas directas y para desarrollo rural en la región, para un total de 2,71 millones de hectáreas. Extremadura es la cuarta región de España en número de solicitudes (tras Andalucía y las dos Castillas) y la cuarta en hectáreas.

Hay que tener en cuenta que de las 61.626 explotaciones agrarias de la región, hay 34.000 con ingresos directos de su producción por debajo de los 9.600 euros, y solo 11.000 explotaciones que ingresan más de 40.000 euros. La población ocupada en el campo regional está en torno a las 51.000 personas.

Economía regional
Según un reciente informe de Bankia Research sobre el peso del sector agrario en la economía regional, Extremadura es una de las tres comunidades junto a Andalucía y Castilla-La Mancha, donde más protagonismo tiene. El 8,6% del Valor Agregado Bruto depende del campo, por encima incluso del sector construcción. La Producción Final Agraria en la región supone 2.260 millones de euros, de los que 1.150 depende de la agricultura y unos 960 millones de euros de la ganadería. Una producción agrícola y ganadera que está siempre a expensas de los precios en origen, de los acuerdos comerciales con terceros países para exportar e importar, y de la climatología. Y sobre todo de la climatología, de la que depende también, al igual que de la despoblación y la PAC, gran parte del futuro del campo regional.

El Informe “La agricultura y la ganadería extremeñas”, editado por Fundación CB e Ibercaja, destaca la gran importancia del agro regional

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La consejera de Agricultura, Desarrollo Rural, Población y Territorio durante la presentación del informe

La consejera de Agricultura, Desarrollo Rural, Población y Territorio, Begoña García Bernal, ha asegurado que el “sector agrario y ganadero de es el motor de Extremadura”, durante la presentación en FEVAL en Don Benito del Informe “La Agricultura y la Ganadería extremeñas 2018”, editado desde hace 33 años por la Fundación CB e Ibercaja.

En la presentación también ha estado presente el alcalde de Don Benito, José Luis Quintana, el presidente de la Fundación CB, Emilio Vázquez, el director territorial de Ibercaja en Extremadura, Fernando Planelles, el responsable del sector Agro de Ibercaja en la región, Pedro Herrera, y los coordinadores del ANUARIO, con José Miguel Coleto, al frente.

El director territorial de Ibercaja en Extremadura destacó la importancia del sector agro para la entidad que cuenta con 280 oficinas especializadas en el sector a nivel nacional, 89 de ellas en Extremadura. “Más de la mitad de la financiación de la entidad en la región tiene relación con el sector agro”.

La consejera ha apuntado que se confirma un crecimiento en la producción del sector agrario en un 1,4%, y ha resaltado que en Extremadura su peso es del 7,8%, “tres veces superior a la media nacional”, que se sitúa en el 2,6%. “El sector agroganadero es el motor de la economía extremeña”, genera trabajo e impide la despoblación rural. Entre los apoyos de la Junta para impulsarlo se han agilizado y “batallado lo indecible” en adelantar el mayor anticipo de las ayudas de la PAC para que el dinero esté en “el bolsillo de las agricultoras y agricultores” y se han puesto sobre la mesa 5 millones de euros en ayudas para mitigar los efectos de la sequía, entre otras medidas.

El libro incluye todo tipo de datos económicos y estadísticas sobre la economía extremeña, el empleo, el sistema financiero, el mercado exterior y las grandes magnitudes sobre agricultura y ganadería de sus principales cultivos. Así como también diferentes análisis específicos, entre los que destaca el de la Dehesa y la futura PAC o el del sector de la almendra en la región.