Efrén Martín (Arbolé): “Lo importante es que se vuelvan a plantar frutales autóctonos antiguos y se consuma su fruta”
Entrevista con
Efrén Martín
Cofundador de Arbolé
El vivero ecológico Arbolé situado cerca de Navatrasierra en Cáceres, puesto en marcha por los hermanos Martín (Efrén y José Félix) se ha convertido en un pequeño Arca de Noé de los frutales de variedades antiguas de península ibérica. Un tesoro vegetal de unas 300 variedades tejido tras muchos contactos con redes de semillas, ferias de biodiversidad por toda España y colecciones de organismos especiales.
Se trata de variedades rústicas, resistentes a plagas y con una calidad organoléptica diferenciada. “Los que conservan los aromas y sabores perdidos genuinos”. Con una gran variedad de tamaños, sabores, maduración… De la manzana Camuesa del Puerto de Béjar a la pera portuguesa Doña Joaquina o al ciruelo de Teta de Vaca de la Sierra de Madrid. En semillas, lo hacen a nivel más personal.
¿Por qué y cómo os embarcáis en este proyecto?
Teníamos una finca familiar cerca de Navatrasierra. Yo tengo formación como ingeniero técnico agrícola y había estado tres años, del 2007 al 2010, trabajando en un proyecto de recuperación de frutales tradicionales en Sierra de Béjar y Sierra de Francia. Y de ahí dimos el salto al proyecto de Arbolé. Siempre he estado muy relacionado con el movimiento de redes de semillas autóctonas. No podemos dejar de defender recursos vegetales y naturales que están en peligro.
¿Qué servicios ofrece Arbolé en la actualidad?
Estamos centrados en la recuperación y puesta en valor de especies de árboles frutales tradicionales. Por un lado, para aficionados, que cada vez hay más, y lo quieren para un huerto o para su casa. También trabajamos a la carta para agricultores profesionales, que suelen ser pequeños y centrados en agricultura ecológica, que buscan frutales rústicos, autóctonos, resistentes a las plagas y que les permitan diferenciarse de lo que hay en el mercado, buscando la comercialización en su mercado local.
También trabajamos en paisajismo urbano, porque creo que es muy importante en las ciudades o pueblos el disfrute de los sentidos con la vegetación. Como eran los antiguos jardines medievales. Y también realizamos trabajos de consultoría y gestión de fincas, muy centrados en temas de castaños. Tenemos una asociación con otros dos viveros para este cultivo.
¿Con cuánta variedad de frutales contáis en vuestro catálogo?
Tras mucha búsqueda hemos logrado reunir unas 300 variedades, aunque las que comercializamos cada año serán unas 100, que vamos alternando. Hacemos unas 2.000 a 3.000 plantas cada año. Somos un vivero pequeño. La demanda depende de cada zona, porque vendemos en bastantes sitios de España. En Extremadura nos piden bastante las peras de Hornachos, los famosos Coronilleros, y también en el Jerte las antiguas variedades antiguas de cerezos. En el norte, sobre todo en País Vasco, nos piden bastante la manzana y el castaño.
¿Qué crees que falla en la actual fruticultura intensiva?
La crisis actual de la fruta de hueso es la de su modelo productivo que sólo apuesta por los grandes lineales y por la exportación. Por ejemplo, en Extremadura, se han centrado en la ciruela japonesa que está por todos lados. Por eso creo que el mercado de variedades autóctonas es interesante, centrado en el canal corto, en lo que comen tus vecinos, en fruta en su punto óptimo de maduración, son sabor y aroma genuino.
Es un cambio de modelo más centrado en lo ecológico y en producciones pequeñas. En Marvão en Portugal lo están haciendo para el mercado nacional y en sitios como el Valle del Jerte se podría hacer. Hay que seguir trabajando y educando porque el consumidor se ha acostumbrado a unas variedades, a un sabor y gusto. Lo que hace falta es que la gente vuelva a plantar estos frutales o semillas y se vuelvan a consumir.