José Miguel Coleto, catedrático de Producción Vegetal de la UEX: “La nueva realidad convierte al agricultor en un empresario muy dependiente de ayudas y de la evolución de los mercados”
¿Hacia una agricultura sin agricultores?
Texto:
José Miguel Coleto
Catedrático de Producción Vegetal de la Universidad de Extremadura
A principios del siglo XX un agricultor europeo era capaz de producir, por término medio, alimentos para sí mismo y para siete u ocho personas más. Era un modelo de agricultura de supervivencia parcialmente aliviado por los años de buenas cosechas que permitían a las familias adquirir bienes y servicios y mejorar o reponer los medios de producción.
Otros modelos más rentables relacionados con las producciones ultramarinas de cacao, té, café, tabaco y azúcar de caña, no eran abordables para el agricultor europeo y en las zonas más pobres dominaba la agricultura extensiva en la que el propietario de la explotación utilizaba aparceros o jornaleros.
La agricultura de supervivencia evolucionó con pocos cambios hasta el final de la segunda guerra mundial, si bien entre las dos guerras ocurrió uno de los hechos fundamentales que van a determinar en décadas posteriores la evolución de la agricultura: el desarrollo del motor de explosión.
Finalizada la segunda guerra mundial, y hasta finales de la década de 1980, la agricultura europea experimenta un desarrollo extraordinario fundamentado en la mecanización agraria, en el descubrimiento de nuevos productos químicos (abonos, fitosanitarios y zoosanitarios) y en la aceleración de los procesos de mejora de plantas basados en los avances de la genética y de la biología molecular. En su conjunto, esta nueva realidad se conoció como “Revolución Verde” y fue tan exitosa, que en las economías avanzadas y en vías de desarrollo se produjeron, por primera vez en la historia de la humanidad, grandes excedentes de alimentos.
La imposibilidad de disponer en la explotación familiar agraria de toda la maquinaria requerida en las prácticas agrícolas, particularmente en la recolección y la necesidad de almacenar y gestionar la venta de sus excedentes, originó la primera gran externalización de las labores agrícolas y de la comercialización de outputs. El modelo de agricultura de supervivencia había felizmente concluido.
En los últimos treinta años, muchos aspectos han contribuido a la creación, en el sector agrario, de empresas de gestión muy alejadas de la tradicional explotación agrícola familiar; muchos sociólogos han acuñado el vocablo de “Agricultura sin agricultores”. Veamos algunos de estos aspectos:
a) La carestía y escasez de mano de obra provocada, en parte, por la baja tasa de natalidad y la atracción hacia otros sectores productivos han motivado el incremento de producciones susceptibles de mecanización integral o muy avanzada. En muchos casos, ha habido que redimensionar la explotación agrícola con la compra o arrendamiento de tierras.
b) La producción de alimentos ha dejado de ser la actividad casi exclusiva del agricultor. Muchas explotaciones, además de alimentos, exportan materias primas no alimentarias (maderas, textiles etc.), energías (biomasa, biocombustibles, fotovoltáica etc.), productos turísticos (cinegéticos, alojamientos etc.).
c) La progresiva liberalización de la economía −que ha impuesto la orientación hacia un mercado global, en el que los agricultores deben competir con países con menores costes− ha provocado el abandono o reducción de producciones tradicionales. En las principales áreas económicas del mundo, el mantenimiento de las rentas de los agricultores se ha conseguido, en parte, con ayudas directas. La imposibilidad de obtener rentas suficientes de la actividad agraria ha concluido en que una gran parte de los profesionales agrarios lo sean a tiempo parcial.
d) La dependencia de las ayudas públicas han cercenado la autonomía de la que gozaba el agricultor tradicional. Su actividad está cada vez más sometida al veredicto de los “no agricultores”, elevando su responsabilidad social más al mantenimiento del paisaje y a su papel en el cambio climático, que a la obtención de alimentos de calidad y al abastecimiento. Una parte importante de consumidores piensa que “siempre se puede acudir a otros mercados para abastecerse” aunque no reflexionan que en esos mercados las exigencias productivas muy laxas.
e) La nueva realidad convierte al agricultor en un empresario con una actividad muy tecnificada, muy externalizada, muy dependiente de ayudas y de la evolución de los mercados, muy sometida a la crítica continua de los “no agricultores” y que de nuevo aterriza, lamentablemente, en el concepto de “supervivencia”; concepto ahora ligado a compatibilizar todo lo anterior con resultados económicos cada vez más comprometidos».
